En
1998 Daniel Goleman aseguró que si bien “inteligencia, firmeza, determinación y
visión” son elementos claves de un liderazgo efectivo, también son
insuficientes. En su investigación descubrió que los líderes verdaderamente
efectivos se distinguen por un alto grado de inteligencia emocional, “que incluye la autoconciencia, la
autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales”.
Lo anterior
suena bastante “lógico” si consideramos que las emociones determinan todas
nuestras acciones. Si
bien, las emociones vienen y van, los seres humanos estamos en contacto con
estas—prácticamente—en todo momento; al despertar, al desayunar, al manejar
hacia el trabajo, en el trabajo, con compañeros, colegas, amigos, al regresar a
casa, al platicar sobre tu día, al ver la televisión y antes de dormir.
Sin
embargo, en la actualidad todavía son muchas las empresas, instituciones,
equipos y hasta familias que restan importancia a inteligencia emocional (con
sus componentes) y su relación con el liderazgo. En pocas palabras, creen más
en un liderazgo de “corte” militar: firmeza, disciplina, rigor,
recompensa-castigo y represión emocional.
¿Los líderes nacen o se hacen?
Por
lo general y basándonos en nuestra propia experiencia, todos tenemos una
opinión al respecto. “Durante
décadas se ha venido debatiendo si los líderes nacen o se hacen”
(Goleman).
Las
investigaciones más recientes hablan de la existencia de un componente genético
en la inteligencia emocional pero diferentes estudios psicológicos hablan de
que la educación que recibimos desde pequeños también influye en nuestra
capacidad de liderazgo.
“La
respuesta es que ambas alternativas están en lo cierto” Un líder nace y se
hace, al igual que algunos nacen con más cualidades para la inteligencia
emocional pero esto no significa que los demás no puedan adquirirla o
aprenderla.
En
la actualidad existe un “boom” de talleres y entrenamientos encaminados a
mejorar la capacidad de liderazgo mediante la inteligencia emocional. Goleman
explica en su texto porque muchos de estos talleres son una pérdida de tiempo y
dinero. “El problema es simple: se centran en la parte incorrecta del cerebro”.
“La inteligencia
emocional nace principalmente en los neurotransmisores del sistema límbico del
cerebro, que controla los sentimientos, los impulsos y los estímulos. Las
investigaciones indican que el sistema límbico del cerebro aprende mejor
mediante la motivación, la práctica prolongada y la retroalimentación.
Compárese con el tipo de aprendizaje que se produce en el neocortex, que
controla la capacidad analítica y técnica. El neocortex se encarga de los
conceptos y de la lógica. Es la parte del cerebro que deduce cómo usar una
computadora o hacer una llamada de ventas con sólo leer un libro” (Goleman).
Muchos
de estos programas se centran en la parte equivocada del cerebro, algo que incluso
puede llegar a tener un impacto negativo.
La
clave para mejorar la inteligencia emocional es: “la motivación, la práctica prolongada y la
retroalimentación”.
Pero
más importante aún: un honesto deseo por hacerlo y un
enorme compromiso.
Fuente Consultada:
Goleman
Daniel “¿Qué hace a un líder?” Harvard Buisness Reviewen América Latina.
Octubre 2004.
Aporte:
Luisana González
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